Por Enrique Moreno
Recientemente (septiembre
1997) apareció en la prensa el problema que había
surgido con la importación de pistachos procedentes de Irán
contaminados con aflatoxinas. Más de un avicultor se habrá
preguntado si estas sustancias tóxicas y cancerígenas
para las personas también pueden serlo para las aves. La
respuesta es afirmativa, razón que me animó a escribir
este artículo.
Las aflatoxinas son
micotoxinas, es decir, sustancias producidas por hongos. Pero no
todos los hongos son capaces de producir estas sustancias. Las micotoxinas
recibieron atención mundial a principios de los años
60 cuando la aflatoxicosis provocó graves trastornos y mortalidad
en animales para consumo. La importancia de estas sustancias se
acentuó cuando se descubrió su capacidad para producir
cáncer.
Existen diferentes
tipos, aunque las de mayor importancia en las aves son la Aflatoxina
B1, la Ocratoxina A y la toxina T-2.
Pueden ser clasificadas
según el órgano al que atacan, no obstante la mayoría
produce lesiones en más de un órgano; así tenemos:
hepatotoxinas, nefrotoxinas, neurotoxinas, dermatotoxinas, etc.
La actividad de estas sustancias es tan alta que con sólo
milésimas de miligramo por kilogramo de alimento se pueden
alcanzar dosis tóxicas. Los hongos capaces de producir estas
toxinas son varios, siendo los más importantes los del género
Aspergillus, Penicillium y Fusarium. Estos hongos pueden crecer
prácticamente, sobre cualquier producto alimenticio conservado
en condiciones defectuosas y durante un tiempo suficiente.
La aparición
de las micotoxinas puede ocurrir tanto en las semillas antes de
su recolección como ocurre con los hongos Claviceps (cornezuelo)
que parasitan los campos de centeno, trigo y cebada; o los hongos
típicas de los silos (Aspergillus) que se desarrollan de
forma natural en los cultivos de cacahuete, algodón, maíz,
etc. antes , durante o después de la recogida.
Las condiciones ambientales
existentes durante el transporte, almacenaje y elaboración
industrial de los alimentas son fundamentales para el crecimiento
de los hongos. Los factores a tener en cuenta son: humedad, temperatura,
ventilación, presencia de insectos y microorganismos, tiempo
de almacenaje, tratamientos químicos, naturaleza del producto,
etc. Así tenemos que las mejores condiciones ambientales
para la producción de aflatoxinas son:
- Buena aireación
y baja concentración de C02.
- Temperatura ambiente
entre 25 y 30 grados Centígrados.
- Humedad preferentemente
mayor al 85%.
- Oscuridad.
Los alimentos que
son susceptibles al desarrollo de los hongos se someten al tratamiento
con productos químicos de acción antifúngica.
Esto permite una mayor flexibilidad en cuanto a la conservación
de ciertos productos y a la longitud del tiempo de almacenamiento.
Sin embargo, cuando las toxinas están ya formadas estas sustancias
antifúngicas no tienen efecto alguno.
Las características
generales de las micotoxicosis son las siguientes:
- No es un problema
contagioso, estando limitado al grupo de las aves con una alimentación
común.
- Los ejemplares
afectados no muestran mejoría con la administración
de los medicamentos convencionales.
- La aparición
del problema es estacional: la producción de toxinas depende
de unas secuencias climáticas determinadas.
- El estallido de
la enfermedad puede estar asociado al uso de determinados ingredientes
en la alimentación: cacahuetes, maíz; o bien al uso
de granos de una determinada cosecha o almacén.
La sintomatología
puede aparecer de las siguientes formas:
A) Micotoxicosis
aguda: cuando se consumen cantidades relativamente altas de micotoxinas.
Aparecen unos síntomas específicos y claros, tal como
hemorragias, hepatitis, nefritis, necrosis de la mucosa oral o intestinal,
o incluso muerte. Todo ello en función de la toxina implicada.
B) Micotoxicosis
crónica: en aquellos casos en los que las cantidades ingeridas
son relativamente bajas. La sintomatología es inespecífica:
malestar, apatía, retraso en el crecimiento, etc.
En situaciones en
las que la ingestión de micotoxinas es extremadamente baja,
el único síntoma apreciado es un bajón en la
respuesta inmune que va a facilitar el desarrollo de otras enfermedades.
Así tenemos que el consumo de pienso con cantidades bajas
de aflatoxinas predispone a las aves a salmonelosis, candidiasis
y coccidiosis.
Las aves están
expuestas a estas sustancias tóxicas por ingestión
de comida contaminada, por contacto a través de la piel o
por inhalación. Ante una dosis baja es más fácil
que se intoxique un ave estresada o mal alimentada que un ejemplar
sano.
TIPOS DE MICOTOXINAS
A) AFLATOXINAS.
Existen diferentes
tipos (B1, B2, G1, G2), siendo el más tóxico el B1.
Casi cualquier alimento (pan, queso, judías, zumos, carne)
o grano (cacahuetes, nueces, cereales) para aves es válido
para el crecimiento de los hongos (Aspergillus, Penicillium) y la
formación de las aflatoxinas.
En patos intoxicados
con este tipo de sustancias se observó inapetencia, reducción
del crecimiento, vocalizaciones de gritos anormales, picaje de las
plumas, incoordinación de movimientos y convulsiones antes
de morir. Las piernas y patas presentaban un color púrpura.
En la necropsia se encontraron lesiones importantes en el hígado.
En pavos afectados
por estas sustancias se apreció pérdida de apetito,
marcha tambaleante y muerte.
En general, los síntomas
apreciados en aves son: disminución en la producción
de huevos, anemia por hemorragias intestinales, graves alteraciones
hepáticas, síntomas nerviosos, parálisis y
mayor susceptibilidad a las enfermedades infecciosas. La inmunosupresión
producida por estas sustancias se explica por la atrofia de los
órganos de defensa (Bolsa de Fabricio, Timo y Bazo).
La aflatoxicosis
crónica suele producir tumores, fundamentalmente en el hígado,
aunque también puede presentarse en el páncreas, aparato
urinario y hueso.
La susceptibilidad
de las aves domésticas a las aflatoxinas varía entre
especies, razas y líneas genéticas.
En general, los patos
jóvenes, los pavos y los faisanes son susceptibles, mientras
que los pollos, las codornices japonesas y las gallinas de Guinea
son relativamente resistentes.
El efecto de estas
sustancias es mayor con dietas pobres en grasas, en proteínas
o con deficiencias en vitamina D3 o vitamina B2.
Las aflatoxinas se
distribuyen por todo el cuerpo del ave, pudiendo pasar a los huevos,
y se eliminan con rapidez si se proporcionan dietas sin contaminar.
B) TRICOTECENOS
Se trata de micotoxinas
producidas por el hongo Fusarium, Trichothecium, etc. Estos hongos
se encuentran en todo el mundo.
La producción
de toxina es mayor con humedad elevada y temperatura de 6 a 24 grados
Centígrados. Son sustancias estables y resisten el deterioro
durante el almacenamiento prolongado.
Se ha identificado
la toxina T-2 en numerosos alimentos: maíz, sorgo, cebada,
semillas de cártamo, avena, etc.
Los tricotecenos
son toxinas caústicas e inducen lesiones erosivas en la boca
de las aves.
También originan
alteraciones en el proventrículo, molleja, plumaje, así
como dermatitis por contacto y gangrena seca en dedos.
En Israel, cinco
días después de una entrega de alimentos a un lote
de 2.800 gallinas, la producción de huevos disminuyó
de unos valores normales de 2.433 huevos al día a 150. Este
descenso, que empezó un día después de haber
entregado el alimento, se acompañó con síntomas
como depresión, rechazo al alimento y crestas y barbillas
azuladas. Hubo mejoría en la enfermedad clínica y
la producción de huevos aumentó cuando se proporcionó
alimento no contaminado.
En una explotación
de gansos y patos en Canadá, alimentados con cebada
contaminada con toxina T-2, se encontraron los siguientes síntomas:
reducción de la actividad espontánea, rechazo al alimento
y aumento de la ingestión de agua. Los gansos murieron en
dos días.
En patos silvestres
la toxina T-2 ocasiona placas necróticas en toda la superficie
del tracto alimentario superior, en especial en la orofaringe y
en el proventrículo. Los patos de Muscovy son en particular
sensibles.
En grullas produjeron
parálisis del ala y cuello, depresión, etc. Estas
aves tuvieron acceso a restos de cacahuetes que contenían
altas cantidades de micotoxinas.
En un estudio realizado
se hallaron altas cantidades de toxina 1-2 en semillas muy dañadas
por insectos.
C) OCRATOXINAS
Producidas por hongos
del género Aspergillus y Penicillium. Especialmente importante
en aves es la ocratoxina A. Esta sustancia se identificó
por primera vez en el maíz; posteriormente en granos como
trigo, cebada, sorgo, etc.
También puede
encontrarse en pan mohoso y en harina cuando se usan como subproductos
de pastelería en la alimentación para aves.
Para su formación
se requiere una temperatura y una humedad elevada.
La sintomatología
aparecida está ligada fundamentalmente al daño renal
que se produce; otros síntomas son inflamación de
los sacos aéreos, problemas nerviosos, alteraciones hepáticas
e inmunodepresión.
DIAGNÓSTICO
El diagnóstico
certero de cualquier micotoxicosis puede resultar bastante difícil.
Las razones son las siguientes:
- El hecho de encontrar
el hongo no significa que éste haya producido toxinas. Es
frecuente encontrar comida enmohecida sin micotoxinas presentes.
- Es posible que
el hongo responsable haya desaparecido y sin embargo persistan las
toxinas fúngicas.
- A parte de encontrar
la micotoxina es necesario saber si se encuentra en cantidades suficientes
como para producir enfermedad en esa especie en concreto.
- Obtener muestras
de comida representativas es difícil. En un mismo saco de
granos puede haber zonas contaminadas y otras no.
- Las pruebas físicas,
químicas y biológicas existentes en el mercado para
detectar micotoxinas no cubren todos los tipos existentes.
Una forma sencilla,
no definitiva pero sí orientativa, de diagnosticar la presencia
de hongos sobre las semillas es mediante la aplicación de
luz negra sobre los granos para observar la coloración verde
fluorescente procedente de Aspergillus.
TRATAMIENTO
En primer lugar decir
que no hay un tratamiento específico para curar este tipo
de intoxicaciones. Lo único que se puede hacer es:
- Eliminación
del alimento tóxico y reemplazarlo por comida sin contaminar.
La recuperación de las aves de casi todas las micotoxicosis
es posible poco tiempo después de administrar productos libres
de toxinas fúngicas.
- Administrar una
terapia de soporte a base de vitaminas, aminoácidos, minerales,
etc.
- Suministrar carbón
activado vía oral para que impida la absorción intestinal
de las micotoxinas presentes en la comida.
PREVENCIÓN
Es más fácil
prevenir la exposición a estos productos que intentar tratar
la intoxicación.
La prevención
supone la adquisición de alimentos libres de micotoxinas,
y prácticas de manejo que eviten el crecimiento de hongos
y la formación de toxinas fúngicas. Siempre aconsejo
a los avicultores que si tras la administración de un lote
nuevo de comida empiezan a notar síntomas raros en sus aves
corten el suministro de alimento, sustituyéndolo por otro
de una marca distinta o procedente de otro almacén si el
producto ha sido comprado a granel. Una vez esclarecida la fuente
de la enfermedad se podrá volver a la comida que estaba bajo
sospecha, siempre y cuando no fuera ella la responsable.
Cuanto menor sea
el tiempo de almacenamiento del alimento mejor para evitar su enmohecimiento.
Las bolsas de plástico selladas o recipientes de vidrio son
apropiados sólo para el almacenamiento por corto tiempo,
debido a que el grano se deteriora con rapidez en contenedores sin
aire.
Nunca se deberían
ofrecer a las aves alimentos sucios, dañados por insectos
o enmohecidos.
© Enrique Moreno
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