ESTAFA SIN PRECEDENTES

Por Joaquín Illán Alcahaz

Revista Pájaros nº 23, 1ª época, 1962.

La estafa propiamente dicha, tal como la define el artículo 522 de nuestro Código Penal, es un delito repugnante y repulsivo de la criminología; ahora bien, si esa estafa se comete en las ideas, aprovechándose de la ignorancia y sembrando la desorientación en la vida social, ello es mucha más vil y denigrante, pero si por añadidura se lleva al terreno de lo deportivo, eso ya pasa a ser un estigma infamante, y ése es el caso que nos ocupa.

Hemos leído en el número 31 de la Revista "Nuestros Canarios", una Carta abierta a la ignorancia canaricultora y a la malevolencia; firmada por Esteban Crespo, que el título de por sí hace que pierda categoría la Revista para convertirla en un libelo. Sería interesante saber si esa carta la ha escrito como un aficionado de tantos, o como Presidente de la Asociación de Canaricultores Españoles y, en ese caso, si ese criterio es compartido por la Junta Directiva, y si esta se considera apoyada y respaldada por la Sociedad a este respecto, al objeto de poder enjuiciar más profundamente y con conocimiento determinante.

El número de la Revista en cuestión, más parece una confabulación de intereses, al servicio de una innoble de desorientación para saciar bajas pasiones de carácter personal, que una Revista Técnica de Canaricultura; pues el léxico del Sr. Crespo, más que el de un hombre ponderado, con sentido de responsabilidad técnica o científica en sus opiniones -cual corresponde al cargo que ocupa- parece el de un hombre inculto e irresponsable.

Todo ello ha sido motivado por el artículo publicado en el número 19 de la Revista Pájaros por el Sr. Drove, el cual titula: "¿Debemos alegrarnos del reconocimiento internacional del Timbrado Español?" Título de enorme desacierto, habida cuenta que el mismo no responde al contexto de su tesis, y artículo de lo más impolítico e improcedente por razón del momento.

Pero henos aquí que, mientras el señor Drove dice que se hubiera recibido ese reconocimiento con mayor satisfacción, "si el Código establecido para juzgarle, acogiera y definiera con suficiente precisión y veracidad, el auténtico repertorio de una modalidad típicamente tradicional y básica del canto de los buenos y puros canarios del País", hay señores, entre ellos el Sr. Crespo, que se permiten el atrevimiento de asegurar que el Sr. Drove combate y es enemigo de la aprobación o reconocimiento internacional del Timbrado Español. Ello sobre ser una afirmación malévola, constituye una ignorancia de la Gramática española y denota a más de una incomprensión, una falta de interpretación; pero se pretende que sirva para enarbolar una bandera, desplegándola al socaire de una campaña contra el señor Drove, queriéndole presentar como un mal aficionado, carente de espíritu patriótico, enemigo del Timbrado Español e ignorante del mismo, sembrando con ello entre los no avezados en la materia una desorientación y confusionismo enormemente perjudicial para la afición en general, por cuanto que nada de esto es cierto. Todo responde a animosidades y cuestiones personales, cual fácilmente puede apreciarse del sentido, estilo y mordacidad de esa Carta abierta, más bien propios de patio de vecindad.

Leyendo el artículo del Sr. Drove, él mismo nos dice claramente que su tesis "no es contra el buen canto del País, del que sabemos apreciar su belleza, ni contra los confiados cultivadores del Timbrado, en los que lamentamos sus confusiones, sino contra el espíritu del Reglamento". Luego ¿a qué tanto escándalo y personalismos? El propio señor Drove reconoce una mejoría en la calidad del Timbrado, pero desde un punto de vista técnico o científico, de manera impersonal, lamenta que se haya establecido un Reglamento con desconocimiento del auténtico canto del País, que dista mucho de crear el ambiente cultural de que tanto se blasona. El señor Crespo ha podido sentirse aludido, e incluso dolido, pero en un terreno de pura deportividad, ha podido y debido contestar con sentido de la responsabilidad a que por razón del cargo que ocupa -y que en tan entredicho ha puesto- viene obligado, con inspiración objetiva, impersonalmente y con mejor literatura, pero sin ofender a nadie.

Nos dice también el Sr. Drove: "No dudamos de la competencia de los expertos jueces internacionales, ni tampoco de la calidad de los canarios presentados". De lo que sí duda -y con razón-, "es de que se confrontaran las notas emitidas por los canarios con las del Reglamento, y que éste fuera estudiado y traducido previamente al idioma respectivo de los jueces, pues caso contrario no podríamos comprender cómo pudo ser aceptado sin reparos de todo orden un Reglamento que leyéndolo en nuestro idioma es inadmisible en su doble aspecto técnico y cultural". Y es que, como sabemos que sólo se llevó al Campeonato Mundial -si mal no estamos informados- un informe en francés que no se transcribió al idioma de los jueces internacionales actuantes, y que allí no se leyó ni aun el informe en francés que se mandó, mal pudieron juzgar el magnífico lote de pájaros que se llevaron, a tenor de las normas del Reglamento. Es decir: que el X Show Mundial de Bruselas, al reconocer internacionalmente el Timbrado Español, no lo hizo con un criterio de discriminación y estudio del Código correspondiente, ni tras un debate o discusión, sino después de oír cantar tan excepcional lote, que ganó por sí la opinión internacional.

Llegados a este punto, podrá sentarse la conclusión de que el Reglamento podrá no ser perfecto y que sea preciso actualizarlo, dado el tiempo transcurrido desde que se hizo hasta el momento actual, y la mejoría experimentada en la calidad del Timbrado; pero a la pregunta de que si debemos alegramos del reconocimiento internacional, francamente, como aficionados y como españoles, tenemos que contestar que si con el mayor orgullo.

Pero según la interpretación literal y gramatical de los conceptos vertidos por el Sr. Drove en su artículo, nada en él quiere decir que haya sentido o se encuentre dolido por ese reconocimiento internacional del Timbrado Español, que sea enemigo de él, se manifieste como un mal español o aficionado, dude de la competencia de los jueces, ni de la magnificencia de la muestra o lote que se llevó para exhibición, ni otras tantas estupideces como se han dicho para poner de manifiesto la insensatez de sus autores. Su oposición y su aflicción es por la imperfección del Reglamento, ante el temor de que pudiera desprestigiarnos en el exterior, protestando de que no se haya actualizado antes de su aprobación, en evitación de una inmediata revisión, por la que aboga abiertamente. Pero lo dice sin individualizar, ofender, ni insultar a nadie; objetivamente, con respeto y deportividad, aun dentro de esa pasión de todo aficionado, pero sin olvidarse de guardar la consideración y las formas.

Nunca creímos que por cuestiones personales, envidias o bajas pasiones, se 'llegara a perder en los aficionados el sentido de la deportividad y la responsabilidad, así como la propia estimación, cuando se han atrevido a asegurar que el Sr. Drove es hombre de una inteligencia malévola, un ignorante, un soberbio, un indocumentado, etc., etcétera, etc... Si apelamos a los buenos aficionados, con consciencia plena de la canaricultura y sentido de responsabilidad, creemos no sería difícil llegar a la conclusión general de que si tuviéramos que elegir a los tres españoles que más supieran de canarios, sería cuestión de honor incluir entre ellos al Sr. Drove, por todos conceptos. No se olviden los aspirantes a monopolizadores de la canaricultura que todavía les queda mucho que aprender, y que no son ellos los más indicados a dar patente de sapiencia a quien está muy por encima de ellos, especialmente desde el punto de vista técnico y científico, como sobradamente se nos tiene demostrado, pese a la modestia y caballerosidad del señor Drove.

Aquí sería llegado el momento de casi dar por terminado este artículo, pero ello no sería justo sin hacer referencia a la actitud de Salvador March, quien ha adoptado una postura muy ambigua, pese a que acaso crea sea la más conveniente y "política". Eso -hablando en vulgar castellano- se llama estar con una vela a Dios y otra al Diablo. En su artículo se nos quiere presentar como un Mecenas de la canaricultura, aparentando situarse en un plano de altura y objetividad por encima de las pasiones y polémicas, exhortando a la comprensión y al buen sentido, en beneficio de la canaricultura española, aduciendo que toda polémica pública sólo trae consigo el "avivar pasiones equívocas", sin darse cuenta que nada más equívoco que su propia postura, siempre que no haya sido adoptada premeditadamente para salirse -más o menos airosamente- por la tangente.

Y eso no; pues el Sr. Drove, que en el artículo de referencia no pudo tratarlo con mayor respeto y consideración, da fin al mismo haciéndole cinco preguntas eminentemente técnicas o científicas, pero a la par concretas y terminantes, las cuales ha rehusado contestar. ¿Por qué? No creemos sea porque lo tenga a menos, ni tampoco por ignorancia e incapacidad, pero deberá tener muy en cuenta que ello deja mucho que desear y resulta muy sospechoso. Ya conocemos su deliberado propósito de no contestar, acaso con buena y sana intención; pero debería tener presente que por esa aparente cordura y sensatez, así como por su supuesta capacidad y competencia, sería él el llamado a intervenir para fijar posiciones claras, concretas y terminantes, con sentido práctico y técnico, al objeto de que los aficionados puedan aprender y saber a qué carta quedarse, ya que el silencio en ciertas personas es a veces más dañino y perjudicial que la difamación y la calumnia.

Además, como Presidente de la F.O.E. no ha estado muy afortunado al permitir que en el Órgano Oficial de dicha Federación, se inserte un artículo no tan sólo groseramente ofensivo (lo que no se compagina con su pretendida ecuanimidad), sino tan pobre de expresión que rebaja la ya escasa categoría del Boletín.

No vayan a creer quienes no me conozcan que soy criador o aficionado del Timbrado Español, del que nada sé, quiero -dicho sea con todo respeto y sin menoscabo alguno, ni me interesa. Mi predilección -desde hace muchos años- es el Roller, del que soy criador y gran aficionado. Al intervenir en esta polémica pública, sólo lo hago para aclarar conceptos, salir al paso de la insidia, protestar de procedimientos tan deshonestos o deshonrosos para todos, y procurar evitar torcidas interpretaciones que puedan favorecer a elementos tan discutidos como discutibles, en perjuicio de personas dignas y respetables, así como doctas y meritorias.

Si el Reglamento del Timbrado Español es o no perfecto, allá ustedes todos. Es una cuestión en la que no entro ni salgo, por no estar capacitado para ello, ni lo pretendo tampoco, pues Doctores tiene la Iglesia.